Somos seres sociales que buscamos el reconocimiento como una necesidad para constatar que existimos para los otros.
Para ser reconocidos y reconocer al otro, tenemos que ser visibles para los que nos rodean y nosotros tenemos que ver a los otros.
Vemos lo que podemos ver.
Hay personas y situaciones que son invisibles en nuestros espacios cotidianos como la escuela, trabajo, el barrio, en nuestra propia familia. Nuestras experiencias y creencias nos condicionan lo que estamos dispuestos a ver.
Hacemos invisible lo que nos cuestiona nuestras certezas, creencias y valores que pueden conllevar un cambio en nuestro hacer y sentir diario.
Cada momento necesitamos ver cosas diferentes, focalizamos nuestra visión en temas y personas que nos confirman aquello que sentimos y creemos y así nos reafirmamos en nuestra visión del mundo.
Estamos inmersos en un juego de transparencias, donde lo visible y lo invisible nos va ayudando a construirnos la realidad a nuestra medida, con el fin de poder habitar en ella.
Expresiones y situaciones en nuestro convivir diario nos lo muestran: “… Llegas y ni me ves.…”, “..…últimamente ni lo veo, siempre esta ocupado…”, “…aquí ni te ven, ni te quieren ver…”…a partir de los 50 parece como si te hicieras invisible…”
Barrios de nuestras ciudades que no queremos ver y nos imponemos fronteras mentales para acceder a ellos, vecinos invisibles de escalera, niños en aulas donde no son vistos ni por maestros ni por sus propios compañeros, enfermedades que se quieren hacer invisibles por no ser rentables, prensa que crea visibilidades e invisibilidades según el interés de los grupos que los subvencionan.
Nos envuelven imágenes e historias en televisión y prensa que nos muestran realidades que nos inquietan y que las hacemos invisibles con un click.
Hemos construido una normalidad, en la que convivimos con seres humanos que van perdiendo el derecho básico de ser vistos y reconocidos por sus congéneres, en el año 2010 el índice de pobreza y exclusión para españa fue del 25,5%, es decir, 11.666.827 personas estaban en España en riesgo de pobreza y en el 2011 el 26% de los niños españoles está por debajo del umbral de la pobreza.
Humanos condenados a perder esta condición por el hecho de no ser vistos por sus iguales.
2.800 millones de personas, cerca de la mitad de la población mundial, viven con menos de 2 dólares por día, cada día, 30.000 niños menores de cinco años mueren de enfermedades que podrían haber sido evitades y el 20% de la población mundial posee el 90% de las riquezas.
Es menos desestabilizador no ver al otro y negar su presencia en nuestra vidas, así no hace falta cuestionarse cuanto de mí hay en la situación que vive el otro, como de un exorcismo se tratara lo alejo de mi y me protejo de la posibilidad de que a mi me ocurra mediante mi silencio, mi miedo y mi negación. Si no lo veo no existe, y así podemos seguir viviendo en nosotros y para nosotros mismos.
Vemos como si de “otro” se tratara el sufrimiento de los “otros”.
Es una responsabilidad ampliar nuestra visión y permitirnos dejar entrar en nuestra mirada a los otros que nos envuelven, aunque ello nos cuestione nuestro vivir.
No negarse a ver y preguntarse que puedo hacer para ver lo que no veo es abrir la posibilidad de transformar nuestra cotidianidad excluyente.
Incluir al “otro” que hasta entonces nos era oculto es darle entrada a nuestro mundo.
Asumir que todos somos uno y que la coherencia en nuestra convivencia diaria, en nuestra forma de relacionarse con las personas y las situaciones puede hacer que situaciones ocultas emerjan y se hagan ostentosamente visibles, inquietantes y molestas y al no poder ocultarlas nos corresponsabilicemos.
Enlaces de interès:
Hola Joan,
Gracias por tus reflexiones. Me ayudan a dejar las zonas de comodidad para introducirme en las que creo firmemente que hay que estar en estos momentos delicados. Con los demás.
Un fuerte abrazo,
Carlos Surroca
Como recomendación técnica, el Informe Mundial de la Infancia de Unicef, recién publicado.
Como comentario, pienso que lo que no deja ver es el miedo, una vez más el miedo. El miedo que nos a tomar conciencia de que existen esas personas, porque al hacerlas visibles no nos queda más remedio que admitir que tenemos una parte de responsabilidad en su pobreza, en su exclusión. Responsabilidad, incluso culpa.
Ese tipo de realidades empiezan a ser visibles cuando damos el paso, valiente, de entrar en contacto real: con la pobreza, con la discapacidad, con la enfermedad, con la homosexualidad o con cualquier otra realidad marginante para el que la vive (o intenta vivirla, más bien).
Gracias Joan por hacernos mirar hacia dentro, y hacia fuera.
Querido Joan,
A propósito de la invisibilidad y de la responsabilidad de afrontar aquello que no vemos (no nos interesa ver).
Anar fent (1)
Existe un tipo de reduccionismo que establece que sólo es real lo que (me) interesa.
Nuestro procesamiento rutinario opera normalmente de forma inconsciente.
Mientras tanto, un sistema ejecutivo central selecciona y transfiere, de inmediato, a un nivel de procesamiento más desarrollado, tan sólo la información considerada crítica. Momento en el que la información alcanza la conciencia.
La experiencia y la emoción son muy subjetivas y poco fiables. Somos capaces de experimentar como involuntarias muchas de nuestras acciones.
Epicteto decía que
“ .. no son las cosas las que turban a los hombres, sino la idea que se hacen de ellas”.
La facultad de ejercer la libertad es fundamental para nuestro sentido del yo, para nuestra coherencia.
La experiencia de involuntariedad (control anómalo), es cualitativa y cuantitativamente diferente de la experiencia consciente normal de un acto similar producido intencionadamente.
Hemos conseguido un importante grado de disociación que nos ha permitido no ver, aquello que parece no interesarnos. Como si no formara parte de nuestra experiencia, como si no llevara nuestra firma.
Profundizando en la cuestión Epicteto añadía:
“Concentrarse en huir de lo que se teme, dejar de lado conseguir lo que se desea. No está en nuestra mano excluirnos de enfermedad, muerte, etc.; concentrarse en esta huída es una absurda pérdida de tiempo, tiempo en el que se hubiesen logrado cosas que se desean y, que sí están en nuestro poder, puesto que de nosotros dependen”.
Tan sólo se trata de huir de lo que se teme y dejar de conseguir lo que se desea. (anar fent -1-).
1. Shallice, T. (1988). From neuropsychology to mental structure. Cambridge, UK: Cambridge University Press.
2. Epícteto. Enquiridión. Compilado por Lucio Flavio Arrio hacia año 135 DC. Trad. versión inglesa Elizabeth Carter.
3. Haggard, P. (2004). Anomalous control: When free-will is not conscious. Consciousness and Cognition 13 (2004) 646–654.
4. Oakley. D.A. (1.999). Hypnosis and Conversion Hysteria: A Unifying Model. Cognitive Neuropsychiatry, 1.999, 4 (3), 243-265.
Anar fent (II)
La Necesidad de Pertenencia.
La necesidad de pertenecer no es una idea nueva. Lo que es nuevo, sin embargo, es la existencia de un gran cuerpo de evidencia empírica con que evaluar esta hipótesis.
Las personas estamos motivados fundamentalmente por la necesidad de pertenencia, por un fuerte deseo de formar y mantener afectos interpersonales sólidos, estables y permanentes. La gente busca interacciones afectivas positivas, frecuentes.
La necesidad de formar y mantener relaciones interpersonales.
La Pertenencia parece tener efectos múltiples y poderosos en los patrones emocionales, y, en los procesos cognitivos. La falta de afecto está relacionada con una variedad de efectos nocivos sobre la adaptación, la salud y el bienestar.
El deseo de afecto interpersonal como motivación humana fundamental
Tener una relación sin interacciones frecuentes sólo ofrece una satisfacción parcial, incompleta, a la necesidad de pertenecer. La evidencia existente apoya la hipótesis de que la necesidad de pertenencia es una motivación poderosa, fundamental y muy penetrante.
Si la psicología ha cometido un error en cuanto a la necesidad de pertenecer, el error no ha sido tanto el negar la existencia de un motivo, como despreciarlo. Existen múltiples vínculos entre la necesidad de pertenecer y los procesos cognitivos, los patrones emocionales, el comportamiento, la salud y el bienestar. El deseo de afecto interpersonal, puede considerarse como uno de los constructos integradores, de mayor alcance, para entender la naturaleza humana.
Baumeister, RF & Leary, M.
The need to belong. Desire for interpersonal attachments as a fundamental human motivation.
Psychological bulletin, 1995
Fantástico Joan! Gracias por tus reflexiones tan ajustadas a la realidad en que vivimos. El mensaje es tan necesario como obvio, tan común como urgente: nada se puede hacer, es imposible luchar contra la desigualdad y la injusticia si primero no las visualizamos. Y uno de los grandes retos y responsabilidades de quienes, desde uno u otro sector, trabajamos en la atención social y sanitaria a los demás es precisamente ése: hacer que los demás vean la realidad para hacer posible que la combatan. Un abrazo, Manolo
Cuantos más invisibles hay que se cruzan con nosotros (y siguen creciendo en número, por la mismísima calle) más parece que nuestros cuerpos se tensan, fingiendo tener mucha prisa, ir a algún sitio muy importante y lo que es más cínico todavía, con la excusa de estar «muy enfocados». Las estrategias son variadas, acelerar el paso, mirar hacia un imaginario punto por detrás del cuerpo del invisible, o interesarse muchísimo por el suelo. «Es que estoy pensando y por eso no te puedo ver, es que soy muy importante y por eso no te puedo ver, es que me vas a pedir dinero y no quiero dar, es que tu mirada, tu cuerpo, me hacen temer lo peor, que a mi por alguna incomprensible razón me pudiera ocurrir lo mismo»,como tú dices Joan.
¿Cómo voy a verte, a escuchar tu historia si a lo peor oigo que eras una persona normal, visible como yo, y que tu tragedia empezó cuando perdiste tu trabajo, luego la prestación, luego la mujer (o el marido) y los hijos, luego los amigos, luego empezaste a beber….ahora ya no hay ayudas para drogadictos, etc? Sí, como también dice alguien en su comentario, el miedo reduce nuestra visión de manera drástica. El problema también es que con esa misma ceguera nos miramos a nosotros mismos